“El diplomático debe sentir la camiseta”.
Por José Ramón Blázquez.
25 MAYO 2020
– 00:00 CET
Luchador por los derechos humanos y trabajador incansable por la igualdad, este madrileño estudió en el Liceo Francés y aprendió inglés en el British Council, se licenció en derecho por la Universidad Complutense y se diplomó en derecho francés por la Universidad de París, ingresando en la carrera diplomática en 1989. Su preocupación por los derechos humanos le ha llevado a investigar en la Universidad de Harvard el papel del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en la promoción y protección de los Derechos del Hombre, y a dirigir la Oficina de Derechos Humanos del Ministerio de Asuntos Exteriores. Siempre fiel a la terna de virtudes que adornan al buen diplomático: responsabilidad, perspicacia y empatía, la vida le ha llevado desde Ammán a Washington, Boston o Nueva York, donde ha sido Consejero en la Misión de España ante Naciones Unidas, pasando por Helsinki, Jerusalén y Londres, donde ha sido cónsul. La misma vida que ahora le ha traído de vuelta a Madrid, donde ha sido director de programación de la Casa de América, y donde ya como director de la Escuela Diplomática de España nos habla de su actual pasión, la enseñanza de la Diplomacia.
La
Escuela Diplomática de España en 1 minuto. Si bien la primera promoción de diplomáticos data de
1934, la Escuela actual nace en 1942, habiendo formado un total de 71
promociones, ya camino de la 72. Y no solo diplomáticos, también funcionarios
que trabajan en el servicio exterior, en la red de embajadas, consulados y
representaciones de España en el mundo: agregados comerciales, militares y
personal de otros ministerios, todos se forman en la Escuela a lo largo de sus
carreras. Junto a ellos, la Escuela recibe a estudiantes de todo el mundo para
cursar el Master Interuniversitario en Relaciones Internacionales y Diplomacia,
impartido por profesores de las 6 universidades públicas de Madrid, así como de
la UNED y de la Universidad Menéndez Pelayo, funcionarios del ministerio de
Asuntos Exteriores y de otros ministerios y ámbitos.
Las
3 cualidades del diplomático. Responsabilidad entendida como vocación
de servicio público y sentido del deber para ejercer la representación de tu
país, sus instituciones, ideales y principios, y sus ciudadanos. La perspicacia
permite al buen diplomático discernir lo que es importante de lo superficial. Y
junto a ellas, la empatía, fundamental para una de las labores principales del
diplomático: negociar. La negociación implica saberse poner en el lugar de la
otra persona con la que negocias, saber escuchar, y procesar lo que escuchas, sabiendo
leer el ambiente en el que estás. Por eso en la Escuela incidimos especialmente
es la enseñanza de las técnicas de negociación.
Ser
diplomático hoy: liderazgo y diplomacia. Vivimos
en un mundo en el que el ordeno y mando ya no funciona, funcionaba hace 30
años, cuando el jefe te decía lo que tenías que hacer, pero ya no. Los que
pertenecemos a los Cuerpos Superiores de la Administración tenemos desde el
principio personas de las que somos responsables, y sabemos trabajar y
potenciar el trabajo en equipo. Conocerse uno mismo, las cualidades que cada
uno tiene como líder y sobre todo las propias potencialidades y límites, es
fundamental para poder ejercer el liderazgo interpersonal, haciendo que los
equipos funcionen, escuchando a sus miembros y dando autonomía.
La diplomacia como solución: el poder
blando. Para ser diplomático, además de cumplir los
requisitos legales exigibles, es necesario un cierto espíritu de aventura y una
gran vocación de servicio público, lo que se traduce en “sentir la camiseta”,
haciendo una cada vez más importante labor de promoción de nuestro país, como
la que realiza la Secretaría de Estado de la España Global, antes Marca España.
Ahora es más importante que nunca recuperar la imagen del país, en la situación
de crisis motivada por la pandemia del COVID19. Un elemento importante es la
empresa española, muy internacionalizada, y ahí es clave el papel de la
diplomacia, permitiendo generar negocio en el exterior para crear riqueza y
empleo también en España. La historia, la lengua, la cultura de siglos, el
patrimonio artístico, el deporte, la gastronomía,… son aspectos muy
destacables, y especialmente el hecho de ser capaces de caer bien en todo el
mundo y ser admirados, lo que no le ocurre a todos los países. Realmente es un
poder “duro” con el que contamos, y con el que deberíamos contar más aún.
La diplomacia ¿es nombre de mujer? El
gran déficit de la carrera diplomática es el pequeño número de mujeres,
representan el 26% de los diplomáticos españoles. La primera
mujer diplomática ingresó en 1934, Margarita Salaverría, pero durante el
franquismo se prohibió que las mujeres fueran diplomáticos hasta 1971, fecha en
la que ingresó María Rosa Boceta. Paulatinamente el porcentaje de mujeres ha
subido: en 1989 eran 3 mujeres de 31 aprobados, y en la actualidad el ratio es de
45 mujeres sobre 100 aprobados. Soy un convencido de las políticas de igualdad,
y en ello trabajamos junto con la Asociación de Mujeres Diplomáticas de España,
y es claro que el modelo de diplomático “hombre casado” al que seguía su mujer
y sus hijos ha cambiado, ya no es así, al igual que ha cambiado la sociedad. La
convergencia vendrá de modo natural, es un hecho entre las nuevas generaciones.
La mujer diplomática española es respetada en todos los países, y el hecho de
ser mujer no le acarrea mayores dificultades en su quehacer diario, a
diferencia de otras circunstancias que sí pueden suponer un grave obstáculo en
algunos países, como la orientación sexual. Ello no obsta a que en ocasiones a
la mujer se le exija un esfuerzo adicional, lo que es absolutamente injusto. Y
contra eso se lucha promocionando a mujeres en puestos de responsabilidad
internacional.
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